En el siglo XX, era muy común que los criminales se hicieran pasar por otra persona para su propio beneficio. Por ejemplo, ha habido informes de ladrones de bancos disfrazados de gerentes de banco para robar dinero.
En 1888, un hombre se presentó como el Padre McCarthy de Montreal al sumo sacerdote en Washington, D. C. Más tarde ese día, McCarthy fue a la joyería más cercana para buscar un regalo para el cardenal. Ordenó a un comerciante que entregara un par de diamantes en la capilla donde vivía.
Cuando el comerciante llegó con la mercancía, McCarthy se preguntó si podría llevar los diamantes a otra habitación para exhibir a otros sacerdotes. En cambio, se escabulló por la entrada trasera, para no ser visto nunca más.
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