Esta fue una estafa popular durante la fiebre del oro en la década de 1800 en estados como Arizona. El vendedor toma mineral de una mina rentable y lo dispersa cuidadosamente en su mina no productiva, con la esperanza de cerrar la venta de la reclamación. Algunos estafadores usan escopetas, llenan la carga con polvo de oro y soplan las paredes del eje, empapándolas con partículas de oro. El oro era maleable y se impregnaba de una roca, dando a la mina sin valor una fachada muy mineralizada.
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